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Crónica del Gasshuku 2008 de la Federación Europea de Jodo en Guadarrama, España (Agosto 2008).

por Alberto Selgas

El pasado mes de Agosto, entre los días 4 y 10, tuvo lugar en Guadarrama el Gasshuku de 2008 de la Federación Europea de Jodo. Nosotros, el grupo de Jodo de Vicente Borondo en Madrid, recibimos el encargo de organizarlo como homenaje a nuestra reciente constitución como delegación de la FEJ y como grupo de practicantes asiduos dado el reciente desembarco de Vicente en Madrid. El reto era evidente ya que hace un año la mayoría ni nos conocíamos, no practicábamos el Jodo de forma regular, y fundamentalmente, porque la famosa capacidad de organización y la renombrada disciplina española iban a someterse a una dura prueba a cargo de una horda de aguerridos europeos armados de puntualidad, buena educación y amor por los horarios fijos y la planificación al detalle. Para nuestra satisfacción y la de nuestros colegas europeos, el Seminario fue un éxito, en palabras del mismo presidente, Pascal Krieger, lo cual nos llena de orgullo al confirmar que, tal y como nos había parecido, habíamos estado a la altura, pero más aún al pensar que, visto quien nos reconocía tal éxito, la posibilidad de estar recibiendo un inmerecido cumplido era remota.

El atractivo fundamental de este Gasshuku 2008, y lo que lo distinguía de los previos, era la asistencia de Nishioka sensei. Ante la insistencia de nuestro querido Vicente a lo largo de los meses previos, haciendo gala de unas dotes de persuasión incontenibles, y quizá bordeando el límite de la buena educación japonesa, se consiguió finalmente que Tsuneo Nishioka sensei acudiera a guiarnos personalmente en este nuestro particular campamento de verano. Cumpliendo su vieja promesa de visitar a Vicente cuando tuviera su dojo al volver a España, nuestro maestro cogió a sus 84 años un avión de quién sabe cuantas horas para participar en el evento, otorgándole asÌ una importancia y un reconocimiento que sin su presencia jamás habríamos alcanzado. El mayor placer, sin embargo, fue comprobar como su presencia era de lo más cercano, y como su personalidad superaba cualquier barrera, para permitirle participar en nuestras clases de forma absolutamente normal, sencilla, alejado de actitudes altivas o pomposas desgraciadamente tan comunes entre quienes buscan a toda costa ser considerados maestros y ni se pueden acercar al nivel de este gran maestro. Suponemos que para llegar a los 84 años y seguir teniendo ganas de empuñar un jo hay que tomarse la vida con humor, porque desde luego era un placer ver como nuestro simpático maestro no se esforzaba en contener la risa durante las clases, acompañando con una sonrisa sus correcciones con toda naturalidad. Curiosamente, a pesar de corregirnos en japonés y de que no entendiéramos ni una palabra, pudimos comprobar, ya desde sus visitas a nuestro dojo previas al Gasshuku, como era relativamente fácil asimilar sus indicaciones, sea por lo sencillo de las mismas, por su capacidad para hacerse entender o por lo flagrante de nuestros errores. En cualquier caso, su presencia en el seminario, aún cuando permanecía en silencio, parecía revestir a toda la práctica de una serenidad envidiable. Pascal no perdía ocasión de comprobar que sus explicaciones a nuestras preguntas eran acertadas a ojos de su maestro, o de pedir siempre un nuevo matiz sobre los múltiples detalles que tanto se esmeraba en aclarar en cualquiera de las técnicas de este arte marcial.

Las instalaciones fueron otro de los puntos fuertes del curso, sobre todo las grandes praderas donde practicábamos al aire libre. El mismo Nishioka, al invitarnos el año que viene al Gasshuku internacional en Matsumoto, lamentó que allí no pudieran ofrecernos las grandes superficies de césped de las que estábamos disfrutando en Guadarrama. Y, aunque el seminario tuvo lugar en la semana más calurosa de todo el verano, la experiencia de la FEJ se apreció una vez más a través de unos profesores atentos a cualquier detalle durante la práctica, empezando por un reparto equitativo y suficiente de las codiciadas sombras, o por recordarnos continuamente que parásemos en cualquier momento para beber agua. Gracias a todos no hubo ningún incidente médico que mencionar, y todos aguantamos bajo un sol de justicia unas horas de sol que nos permitieron lucir el siempre elegante moreno-keikogi, fácil de reconocer por la cara negra y un discreto triángulo morenete en el pecho, detalle que sólo los muy expertos saben detectar.

El día a día era en principio fácil de resumir porque consistía fundamentalmente en practicar, comer, practicar, comer, volver a practicar, volver a comer y a dormir. Pero todo el que haya hecho un buen curso de artes marciales sabe que cada una de las cien repeticiones del mismo movimiento puede recordarnos un pequeño detalle, y que si no prestamos atención a todas y cada una de ellas corremos el riesgo de perdernos cada una de esas diminutas oportunidades de aprender. Suponemos que eso era parte de lo que nos querían recordar los organizadores con el lema del Gasshuku: «Repítelo cien veces para tu propia satisfacción». Y eso fue lo que intentamos.

Todo empezaba a las 6:30 de la mañana cuando todo el grupo practicaba sobre una pradera helada, aún de noche a pesar de que hubo que retrasar las previsiones de horario más europeas (en cuanto se dieron cuenta de que estábamos en el lejano oeste peninsular y aquí hasta el sol es perezoso para levantarse). Los amantes de los horarios ajustados, o aquellos que tenemos tendencia a llegar casi tarde, podíamos disfrutar de la estupenda impresión que daba dirigirse hacia la oscuridad para ver poco a poco emerger de ella una enorme fila de jodokas dispuestos para la práctica, un placer que hasta ahora suponíamos reservado a los amantes del ninjitsu. Durante una hora, o casi hora y media la mayoría de los días, todo el grupo practicaba el Sotai Dosa desafiando al sueño, y no era para menos pues el mismo Nishioka no se perdonó ni una de las sesiones de madrugada. Con el paso de los días se introdujeron poco a poco algunos ejercicios después del Sotai, de forma que con buen criterio se aportaba sensación de variedad, y se rompía así un poco la rutina. Aprovechando la oscuridad, se cree que la gran mayoría de los instructores practicaba entre la sombra las artes secretas del Shinto Muso Ryu, armados con escuadras de las que cuelgan pelotillas, dagas de medio pelo con las que se enfrentaban a un sable y otros delirios marciales. De todo esto, envuelto en las tinieblas y el misterio, seguimos esperando que algún maestro nos confirme qué ocurrió realmente.

La primera clase de la mañana, tras el desayuno, nos dio la oportunidad de repasar todas las katas de Shinto Muso Ryu Jodo, desde Omote hasta los misterios de Hiden. Muchos no habíamos visto mucho más allá de Chudan, y desde luego no en directo, por lo que fue un auténtico placer contemplar todas las series en orden. La ejecución, al menos a ojos de un principiante, era sobria y precisa, con la aparente sencillez del mejor estilo marcial. Eran casi tres horas más de práctica, que se aligeraban hacia el mediodía, cuando Pascal aprovechaba para reunir al grupo en una gran sombra y explicar con su sencillez y claridad habituales todos los detalles que consideraba de importancia en algunas de las katas mostradas, y también para resolver tantas preguntas como se le quisieran hacer. Nishioka sensei asentía ante todas sus indicaciones con evidente aprobación, haciendo incluso alguna pequeña demostración en persona, y aportando de vez en cuando algún comentario con los que todos lamentamos no entender una palabra de japonés, con una sensación de Lost in Translation permanente porque mucho nos tememos que el bueno de Pascal se guardaba para si las mejores partes de la traducción, que siempre parecía mucho más corta de lo que había dicho sensei.

En torno a la comida giraba la mayor parte del escaso tiempo de ocio, que se podía aprovechar para darse un baño en la estupenda piscina del complejo. No hubo ningún interesado en echar un partidito de tenis bajo semejante solanera, suponemos que físicamente 8 horas diarias de práctica eran suficientes para la mayoría. La siesta de después era casi obligada, y ya espectacular si se hacía en cualquier césped a la sombra, donde incluso llegó a hacer un vientecillo frío a finales de semana que ya era un auténtico desafío a la disciplina que nos hacía ponernos otra vez el traje de faralaes para practicar bajo el mayor de los soles a las cuatro y media en punto. El desfile de modelitos marciales era ya obligado, y aunque la etiqueta japonesa sólo deja espacio para la imaginación en la cabeza y en los pies, la colección de gorros, gorritas y sombreros era un verdadero espectáculo, desde el modelo zorro del desierto (muy extendido entre los madrileños) a los grandes clásicos de la huerta, de forma que de cuello para arriba podíamos haber estado jugando tranquilamente al «¿Quién es Quién?», de emebé. Menos mal que no habÌa mucha gente en la residencia aparte de los jodokas, porque si no lo mismo salimos en el Diario de Guadarrama como grupo de freaks del año, con nuestras faldas y nuestros palos.

Las diferentes veladas fueran aprovechadas para actividades varias. Aparte de la presentación del primer día, hubo tiempo para charlas y comentarios en torno a las preguntas que se le quisieran formular al maestro Nishioka. Fiel a la tradición, Pascal dedicó otra de las noches a sus ya famosas caligrafías, un auténtico éxito a juzgar por las altas horas de la madrugada a las que se pudo acabar. De nuevo, monsieur Krieger hizo gala de su exquisita educación suiza para dedicarse sin aparente esfuerzo a satisfacer semejante demanda, permitiendo a casi la totalidad del grupo llevarse a casa un buen recuerdo.

Como descanso a mitad de semana se eligió la excursión a Toledo, que se aprovechó también para dejarnos dormir un poco más y comer aún mucho más. Aparte de la histórica ciudad, que esperamos supieran apreciar quienes no la conocían, parece que los dos puntos más memorables del día de ocio fueron el banquete y el baile. Para despejar cualquier duda que sobre la gastronomía española pudiera haber arrojado la comida tipo rancho del albergue, este día se dedicó a hacer un celebrado homenaje a lo más contundente de nuestros platos castellanos. Pero aún más pareció impactar el espectáculo con el que se culminó la comida. Visto que después de semejante banquete de entre nosotros ya no se podía mover nadie, y mucho menos empuñar un palo, nos contentamos con ver por una tarde como otros daban la nota, con un espectáculo flamenco y una pareja de bailaores que por lo visto hicieron furor entre nuestros colegas.

El jueves fue el día elegido para continuar con una tradición, el «musei no hi», o día de silencio. Instaurado originalmente hace algunos años a idea de Pascal, quizá para compensar lo mucho que solemos hablar los occidentales durante la práctica, la experiencia fue tan bien acogida que se ha convertido en una parte más del Gasshuku europeo. Desde el saludo por la mañana, hasta el momento en que se rompió el silencio con una guitarra antes de la cena, lo único que pronunciamos abiertamente fueron kiais, con lo que nuestro vocabulario se redujo a i-e-i y o-oh, según el golpe, durante todo el día. Lamentablemente las discusiones continuaron entre las dos principales facciones del tsuki, perpetuando la agria polémica entre los partidarios del clásico «oogh» y los más refinados y europeístas seguidores del «hot». Aparte de este hecho anecdótico, todo el mundo pareció entender qué era lo que se pretendía resaltar con esta iniciativa. Y es que para practicar no hace falta explicar nada, o casi nada, y sobre todo es inútil esforzarse por recordar al otro lo que debe hacer cuando ni nosotros mismos sabemos hacerlo.

Llegado el viernes ya estábamos casi terminando e increíblemente parecía haberse hecho demasiado corto. Casi vistas ya todas las series de katas, hubo tiempo para preparar los ex·menes del día siguiente. De nuevo el señor Krieger nos explicó con todo lujo de detalles algunos principios básicos en torno a los exámenes que ayudaron a muchos a presentarse con tranquilidad y confianza. En primer lugar recomendando que uno se presente cuando su instructor se lo diga, dado que así lo hará con la suficiente preparación como para poder recibir el grado con mayor seguridad, y con todo merecimiento, intentando evitar presentarse empujado por la necesidad mental de ser reconocido, o de subir niveles, o por la sensación de tener que avanzar respecto a los demás. En este sentido, Pascal nos recordaba que solía aprenderse más de los suspensos que de los aprobados; tras el suspenso tendemos a preguntarnos cuáles son nuestros fallos, o a pensar que debemos practicar más o con mayor intensidad, mientras que con los aprobados llega fácilmente una vana sensación de orgullo que en nada nos beneficia, y que nos puede hacer creer en falso que no tenemos en qué mejorar, interfiriendo así con un proceso de aprendizaje que no debe pararse nunca. Por suerte para los examinados, la materia de examen era conocida con más de 24 horas de adelanto, lo cual se aprovechó para infundir mayor tranquilidad a quienes se presentaban, en nuestra opinión con bastante éxito. Tras la tarde del viernes y la mañana del sábado de preparación, no hubo más que unos pocos suspensos, lo cual esperamos corrobore de alguna manera las teorías de Pascal.

La fiesta de despedida fue la que destapó la cara oculta de muchos jodokas, hasta ahora tapada quién sabe si por el cansancio, la educación, la falta de alcohol o la prudencia. Memorable el concurso budoka de Eurovisión, con los representantes de los diferentes países destrozando las más típicas canciones de cada tierra sin piedad alguna, o el espectáculo flamenco-satírico a cargo de los más desmadrados franceses. Pero nada comparado con la clase de Iaido internacional de Daniel Leclerc & Co., con todas las variantes posibles de la misma kata de Iai según las particularidades más idiotas de cada nación, que no nos esforzaremos por describir aquí para no arruinarles la gracia. Al día siguiente tuvimos que ahorrarnos el madrugón por problemas técnicos hepáticos, pero aún tuvimos tiempo de practicar mientras poco a poco algunos iban partiendo, con práctica libre y más relajada hasta mediodía.

En resumen, una experiencia que por muy rápido que pasara fue de una intensidad suficiente como para ocupar semejante relato, y sobre la que suponemos que cada uno puede volver mentalmente para darse cuenta de que aún no ha procesado todo aquello que puede extraer de un curso tan intenso. Con un estupendo recuerdo, y esperamos que con el acuerdo de todos nuestros colegas del mundo Jodoka, aprovechamos para agradecer todo lo vivido, especialmente a Nishioka sensei y a Pascal Krieger, pero no menos al conjunto de profesores que insistieron en subrayarnos la importancia de todos los pequeños detalles de este complejo arte. Nos vemos todos el año que viene en Japón, habrá que evitar la pereza y aprovechar que el seminario es internacional sólo cada tres años, y que será la primera vez que se celebre en Japón, y de paso irnos de vacaciones unos días al país de origen de lo que nos ha reunido todo este tiempo. Que siga la práctica.

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