por José Manuel Pérez
Esperábamos frío, como siempre que viaja uno con destino septentrional en el hemisferio norte, pero este año nos sorprendió el tiempo con unas temperaturas cálidas para lo que espera uno de un invierno suizo. Viajamos para participar en el Kagami Biraki, celebración típica japonesa de apertura del año que siempre celebra la Federación Europea de Jodo en Cartigny, un pequeño pueblo a las afueras de Ginebra.
Este año fuimos un grupo de nueve de Tai Itsu Kan -el dojo de Madrid- aunque dos, Roberta y el que escribe, vinimos directamente de pasar las fiestas de fin de año en Italia. En Cartigny nos reunimos con los otros siete que llegaron de Madrid: Vicente, Borja, José Luis, Andrés, los dos Fernandos y Paco.
El entrenamiento del viernes por la tarde se hizo a buen ritmo y todos juntos. Siempre se dedica ese día a las técnicas básicas (kihon) y a mi siempre me recuerda que practicando Jo-jutsu también se puede sudar y jadear bastante, dependiendo de las intenciones de quién dirija la clase. Luego durante la cena, alrededor de los productos españoles e italianos que trajimos para acompañar lo que hubiese preparado para nosotros el cocinero, nos dimos a comentar nuestras fiestas de fin de año y esos buenos propósitos a los que en cada Navidad alimentamos a base de turrón, vino e ilusiones.
El sábado, los que aún practicamos solamente la serie de Omote nos enfrentamos a un poco de lluvia en el exterior y cuando ya caía la tarde empezamos a sentir frío con los pies y los bajos de las hakamas mojados, de lo que nos salvó Vicente haciéndonos cambiar a toda carrera de compañero al final de cada ejecución de una kata. Al final del día nos reunimos todos en la gran sala de entrenamiento y tuvimos ocasión de entrar en calor con la copa de sake y el grito de banzai a todo pulmón. Justo antes de esa efusiva muestra de regocijo por el nuevo año, se llevó a cabo una ceremonia, en la que haciendo viva la tradición de transmisión propia de las escuelas antiguas japonesas de artes marciales (koryu), Pascal Krieger sensei entregó a varios de sus más antiguos alumnos certificados de enseñanza. El Menkyo Kaiden, certificado de transmisión completa, se entregó a cuatro miembros de la escuela: Michel, Sergi, Fred y Coco. También otros 4 profesores recibieron Shomokurouku: Michael, Yves, Sylvain y Jean Claude. Y Patrick Orth consiguió su Okuiri-sho con lo cual pasa a formar parte oficial del ryu. Y por último Lorenzo y Jean Pierre fueron oficialmente nombrados profesores de la Federación. Desde aquí nuestra mas sincera felicitación a todos ellos.
La noche la pasamos jugando a las cartas un juego muy simpático que parecía hecho para entrenar los reflejos de los participantes, y otro muy divertido que si mal no recuerdo se llama Mentiroso y consiste en engañar al otro sobre qué cartas has tirado bocabajo sobre la mesa. Tanto naipe, unas cervezas y algunas copas de licores varios propiciaron una velada de lo más amena, y nos fuimos porque no nos quedaba otra; que por la mañana había que agarrar de nuevo el bastón y la espada de madera.
El domingo se completó el útil y rico entrenamiento de todo el fin de semana, en el que cada uno aprende algo nuevo o redescubre algo que ya creía saber. Luego a Ginebra nos marchamos, a esperar nuestro vuelo el lunes muy temprano para volver a Madrid. La noche terminó con una cena en uno de esos sitios de estilo y nombre muy estadounidenses, al otro lado de la frontera con Francia; como siempre hablamos de muchas cosas sin que faltaran los temas habituales: artes marciales, nuestra escuela, el seminario recién celebrado… política, historia, temas de sociedad… en fin, que si hago toda la lista no acabo y seguro que aún así dejo algo fuera.
Al otro día temprano desayunamos en el aeropuerto y aterrizamos en Madrid sin contratiempos; entonces sí que había empezado un nuevo año y dentro de muy pocos días celebramos otro Kagami Biraki, el de nuestra escuela en Madrid, que ha dado también mucho que escribir.