por Javier Gil-Ruiz
fotos de Juan Carlos y Helga
Como viene siendo habitual cada invierno, la FEJ celebró el breve gasshuku llamado kagami biraki en honor a la ceremonia tradicional japonesa celebrada en estas fechas.
Este año la representación del dojo no desmereció, pues acudimos ocho personas: Vicente, José Luis, Marcos, Fernando, Andrés, Paco, Juan Carlos y yo. No fuimos uno de los grupos más grandes, pero sí uno señalado, ya que en esta ocasión los exámenes tuvieron un marcado sabor español.
El lema del gasshuku fue Jûyoku Gô (wo) Sei (suru). Que podría ser traducido como “Sólo el que puede ser flexible puede ser fuerte.” Un aforismo muy cierto, que es aplicable tanto al budo como, de forma metafórica, a la vida diaria.
El viernes, día 6, quedamos en grupo para volar a Ginebra, en un vuelo puntual y sin complicaciones en el que no se perdió ninguno de los equipajes. No se puede pedir más. Este año el tiempo acompañó razonablemente. Un poco gris, un tanto nublado, pero en ningún momento tuvimos lluvia o nieve y para la zona y la época se puede decir que tuvimos suerte. Una vez allí, Vicente se fue al entrenamiento de primera hora, reservado a instructores. Los demás comieron en el aeropuerto mientras los que aún no conocíamos Ginebra (Marcos y yo) aprovechamos para hacer una escapadita para hacernos un par de fotos ante los tres puntos más turísticos y respirar un poco el aire de la ciudad.
Todos llegamos a la hora correcta al entrenamiento de la tarde en las instalaciones de Cartigny, con mayor o menor agobio. A las 6pm comenzó en un amplio polideportivo el entrenamiento de ese día, que fue muy fructífero porque se dedicó a lo que podría considerarse más básico o fundamental: El kihon waza. Estas técnicas fueron practicadas con el jo en solitario, -tandoku- y en pareja -sotai dosa- mientras éramos supervisados y corregidos amablemente por lo profesores. El kihon es siempre objeto de perfeccionamiento y algunos nos fuimos conscientes de algún que otro error en el que fijarnos en nuestros futuros entrenamientos.
Tras el entrenamiento fuimos a asearnos al pabellón en el que nos alojábamos la mayoría de los asistentes. A mí me impactó la experiencia de dormir con total comodidad en un búnker, y hay que resaltar el mérito que tiene por parte de la organización el lograr que los dormitorios y la pensión completa salieran tan baratos. En una zona, en la que el resto de los precios doblan como poco a los de nuestra ciudad, es todo un logro. Y no es más que una de las sacrificadas tareas que unos pocos individuos de la organización realizan con la única recompensa de saber que han ayudado a la pervivencia del Shinto Muso Ryu. La cena fue una ocasión alegre de compartir vivencias, además de dulces y bebidas traídas de casa. Sin excesos, que aun quedaba gasshuku por delante.
A la mañana siguiente, empezamos a las 9 y tras el saludo en común de rigor nos dividimos entre los más avanzados y los que estamos en el nivel de kihon y omote. Nuestro grupo quedó durante todo el gasshuku bajo la égida de Michel Colliard, maestro francés al que desde aquí decimos que agradecemos sus detalladas y pacientes explicaciones (nous vous remercions votres detaillees et patientes explications), y fuimos dirigidos al pabellón donde estaban los dormitorios y el comedor. A pesar de que fue un privilegio contar con su atención personal y la de maestros francófonos de la talla de Yves Galley y Jean-Pierre Pahud fue una lástima no estar más cerca de los demás grupos, porque habríamos podido ver aún más demostraciones de las katas superiores, lo que siempre es un disfrute aunque aún no las podamos entender. A mí en particular me gustó mucho ver por primera vez las katas de okuden.
En nuestro grupo, como era de esperar, se daban graves lacras en las técnicas, propias de los principiantes que somos, y por lo tanto los maestros se centraron sabiamente en la práctica del kihon, dejando las katas para el domingo. Los demás grupos avanzaron a otro ritmo, a través de los distintos niveles comenzando por omote y cada cual progresando hasta su nivel alcanzado.
A las 12 se paró para comer. Una comida que fue muy europea en todos los aspectos, tanto en la hora como en los asistentes. Y a las 2 comenzó la siguiente sesión de cuatro horas, que para delicia de muchos de nosotros se enfocó en el Shinto ryu kenjutsu. Así, tras una práctica en común de happo giri, los 8 cortes básicos, (donde la palabra “básico” para nada implica “fácil”) el grupo de los más principiantes volvimos con Michel Colliard al pabellón, donde revisamos y perfeccionamos las dos primeras katas, Ai Suri Hidari y Migi.
Sobre las 6.15 se acabó el entrenamiento y nos dirigimos a la ceremonia del kagamibiraki. Como viene siendo habitual, la gente se sentó en seiza formando un gran círculo y –lo que a mí me impresionó- fueron los profesores los que se encargaron de repartir un pequeño piscolabis japonés y los consabidos chupitos de sake para brindar. Cuando estuvo todo dispuesto los profesores se colocaron formando otro pequeño círculo en el centro mirando hacia afuera y tras unos comentarios jocosos y distendidos deseándonos buen año y burlándose de los infaustos augurios para el 2012, gritamos “banzai” y brindamos.
Tras la ceremonia se celebró la asamblea general de la Federación, que podemos resumir en unas frases que nos dijo Pascal sobre la misma. Y que eran más o menos “Esta asamblea está siendo muy distendida, el ambiente es muy alegre. Eso está bien. Está bien porque podemos permitirnos hacerlo así. Y podemos permitirnos hacerlo así porque las cosas van bien.” En la ceremonia se confirmaron en sus cargos las personas que desde años pasados ya venían echando sobre sus hombros las ingratas tareas que nos permiten gozar de esta organización.
Tras una rica cena (esa barra libre de comida con esas lentejas, ese helado casero de postre, esa tarta helada…) nos apañamos una alegre sobremesa en la que la mesa española brillaba y atraía visitantes por el buen espíritu que despedían sus asistentes. O a lo mejor eran la cerveza, el rioja, el orujo, el pacharán y los dulces.
El domingo transcurrió como de costumbre. Sólo llevábamos un día, pero uno se acostumbra pronto a lo bueno. En nuestro grupo comenzamos de nuevo con ejercicios básicos y con la serie de omote, en la que los profesores nos corrigieron errores en algunas de las katas que ya creíamos que sabíamos. Acabamos a las 12, y tras la breve pero rica comida disfrutamos de un embu de kusarigama (la primera serie, también llamada omote), tras el cual los que han empezado ya el estudio de esta arma la practicaron mientras el resto aprovechaba para practicar con unos profesores y yudanshas que se presentaron voluntarios, colocándose en una línea. Los demás nos íbamos poniendo a alguna de las colas frente a cada uno.
Más tarde llegó el momento de los exámenes. Esta vez, Marcos, Fernando y Andrés se presentaron a examen para alcanzar el nivel de Shodan y José Luis se presentó a examen para alcanzar el nivel de Nidan. Ni que decir tiene que aprobaron felizmente como todos esperábamos. Para los novatos como yo es una suerte contar con tantos yudanshas en el dojo con quienes practicar.
Después fuimos llevados amablemente a nuestro hotel (merci beaucoup) por el compañero autóctono que hizo las veces de cocinero durante todo el gasshuku. Allí tras una cena abundante nos fuimos a dormir unas horas antes de coger un vuelo temprano de vuelta a Barajas, con la sensación de alegría y de haber aprendido que producen estos eventos y muchas ganas de acudir pronto al campamento de verano de la FEJ.