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REPORTAJE: VIAJE A JAPÓN. (Agosto 2015)

Todo gran viaje comienza con una inocente idea, y este no iba a ser una excepción. Ya teníamos planeado con antelación levantar el vuelo hacia Malasia a principios de agosto del 2015, con fin de asistir al XIII Gasshuku Internacional de jodo en la isla de Penang. Recuerdo bien aquel día en los vestuarios del dojo Taiitsukan en el que Vicente comentaba que “ya que el Pisuerga pasa por Valladolid”, podríamos aprovechar y redirigir el avión a Japón tras el Gasshuku.

Y así fue, una vez finalizó el más que espectacular Gasshuku Internacional, seguimos sumando km de vuelo a los más de 11.000 ya llevados.

Previamente, la comitiva que emprendíamos el viaje al país nipón nos habíamos dividido en cuatro avanzadillas. En una primera incursión el primero en llegar fue Didac, nuestro jefe de grupo de Barcelona, el cual nos llevaba una semana de ventaja en Japón. El domingo 9 llegaba Juan Carlos, nuestro “samurai del amor” (y recién estrenado Shodan), seguido de cerca llegaba el domingo 10 al mediodía el siguiente grupo, formado por Vicente, Javi Gil (también recién estrenado Shodan) y un tercero, el cual les escribe. Para cerrar la compañía, a la tarde llegaron Feru Ichi (nuestro nuevo Sandan), Feru Ni (nuestro jefe de grupo de Valencia) e Isabel.

Viaje Japón 2015

Al coincidir nuestra primera semana en el país nipón con la semana de Obon, el Hombu Dojo estaba cerrado y muchos maestros de vacaciones, por lo que aprovechamos esa semana para visitar Nikko, Kioto y Fukuoka.

Día 1 – lunes 10
Ya en tierra, en el aeropuerto de Narita canjeamos el codiciado Japan Rail Pass, con el cual pudimos disfrutar de gran parte del transporte público de Japón.
En el andén del Narita Express nos despedimos de Vicente, quien tendría muchas ganas de ver a su familia en Tokio.
Javi Gil y yo pusimos rumbo a la zona limítrofe entre los barrios de shinjuku y okubo de Tokio con objetivo de dejar los bártulos en el Hotel Annex de Shin-Okubo antes de explorar los barrios cercanos.

Tokyo desde el aire

Con la llegada de la última avanzadilla abrimos marcha por las calles de Tokio cercanas al hotel, intentando empaparnos de la cultura del país y sus costumbres.
Tras cenar en un precioso restaurante de variada comida local quisimos aprovechar la primera noche para descansar de las largas horas de vuelo y del inseparable amigo del viajero, el “jet lag”.

Día 2 (Nikko) – martes 11
A la mañana siguiente, con las energías algo más repuestas, pusimos rumbo a Nikko, ciudad situada en las montañas famosa por sus numerosos templos y recintos sagrados. Al salir del tren nos encontramos en la estación con un precioso yoroi junto a un murete en el que los turistas dejaban sus deseos escritos en los tradicionales omikujis.
Camino a la montaña paramos brevemente para comer nuestro primer cuenco de ramen en el viaje. Personalmente he de decir que tras probarlo, salí con la idea de buscar recetas y poder cocinar algo tan rico en España.

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Con el estomago satisfecho llegamos por fin al puente Shinkyo que conectaba con la entrada al Parque Nacional. Mientras marchábamos por los caminos de la montaña, íbamos parando en cada uno de los templos y pequeños jardines construidos en las afueras del santuario principal. En el camino de la entrada encontramos una preciosa fuente en la que había labrada un increíble dragón oriental de cuya boca salía el agua.

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Tras cruzar un gran torii de granito, encontramos cruzando el primer patio unas escaleras que subían a la puerta Niomon, flanqueada por dos estatuas de figuras Niō.

Tras la puerta Niomon se encontraba el segundo patio, donde pudimos ver el templo de los tres monos sabios y la fuente sagrada, empleada en ritos de purificación.

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A partir de allí, subimos dos aparentemente interminables escalinatas hacia la puerta Yomeimon, que conduce al patio final donde vimos un nutrido número de templos, pagodas y otras impactantes construcciones como lámparas de piedra y campanas.

Tras visitar cada rincón del sagrado lugar, iniciamos el descenso a la entrada del Parque Nacional. Verdaderamente cuando uno observa la inmensa cantidad de cultura, religiosidad y naturaleza condensada en este lugar, no es de extrañar que haya sido declarado Patrimonio de la Humanidad.

De vuelta a la estación paramos para comprar algún souvenir y por supuesto unos mochis para picar en la vuelta.

Día 3 (Fukuoka) – miércoles 12
En nuestro tercer día en Japón dejamos el hotel de Tokio y quedamos con Vicente para ir todos a la isla de Kyushu. Para ello echamos mano de los famosos trenes shinkansen, cuyos billetes nos ayudó a cogerlos Megu. Arigatōgozaimashita!!!

Tras un largo viaje con uno de los trenes más veloces del mundo, llegamos a nuestro destino, la ciudad de Fukuoka localizada en la isla de Kyushu, tercera isla más grande de Japón que se haya al sur del archipiélago.

El motivo principal de nuestra visita a esta zona de Japón se debe a la búsqueda de la legendaria cueva situada en el Monte Homan, en la que Muso Gonnosuke pasó 37 días de ascetismo tras la derrota con Miyamoto Musashi. En esta nueva incursión ibérica por Japón decidimos probar suerte y buscarla de nuevo, ya que el primero y último de la comitiva ibérica que consiguió hallar la cueva, fue Vicente en su escalada junto con nuestro gran compañero Addo en Febrero de 2007 (Ver artículo Viaje a Kyushu).

Sin embargo por hoy ya tenemos bastante con el viaje, instalarnos y conocer algo de Fukuoka, el Monte Homan puede esperar hasta mañana.

Fukuoka nos recibió con una preciosa lluvia de verano (no hay que olvidar que estamos en un país con gran carga de humedad), afortunadamente teníamos un autobús que nos llevaba directamente al hotel. Tras un alargado check-in, nos instalamos al fin en nuestras habitaciones tipo oriental que podríamos resumir en un cubilete diáfano, con una mesita a la altura de las rodillas y dos futones enrollados con sus respectivas mantas para dormir en el suelo, cubierto por tatami. Pero mi mayor sorpresa tuvo lugar en los lavabos públicos, ya que me encontré un váter ¡¡CON UN CUADRO DE MANDOS!! Un pequeño panel de forma alargada situado a uno de los lados del inodoro. Todo botón e instrucción estaba indicado evidentemente en kanji, por lo que me dio pena no entender todo para lo que podía servir un váter. Sin embargo había tres dibujos con los que me pude hacer una idea del mecanismo y pese a la descripción gráfica del dibujo me quedé alucinado cuando salió un chorro de una pequeña estructura retráctil. Roca crea una gama así en España y duplica su fortuna.

Acomodados ya en nuestras habitaciones, llegaba el momento de disfrutar de la gran joya que ofrecía el hotel, pues no he mencionado que el hotel tenía un onsen, baños termales tradicionales japoneses. Japón posee un gran vulcanismo y sus habitantes han sabido aprovechar el calor natural de las aguas procedente de la actividad volcánica.
Para entrar al onsen debíamos quitarnos nuestros bien vestidos yukatas y cualquier otra prenda, quedándonos sólo con lo que vinimos a este mundo, pues en las piscinas uno ha de meterse completamente desnudo. Este hecho hacía que hubiese instalaciones de hombres y mujeres por separado.

Una vez dentro debíamos ducharnos y enjabonarnos bien antes, pues debíamos guardar un mínimo de higiene y respeto para emplear las instalaciones. Las duchas guardaban cierta diferencia con las occidentales, pues uno se duchaba sentado en una banqueta de madera (yo quiero una de estas). Cada ducha contaba con un mango típico, un grifo de chorro, champús y geles, un espejo, un cubilete para llenar de agua y unos separadores a ambos lados del resto de las duchas en fila.

Ya duchados nos encontramos con múltiples ofuros (bañeras/piscinas): tres de ellas superaban ligeramente los 40º, una mucho más grande mantenía los 40º, otras dos estaban a 37º pero una era de burbujas (como un jacuzzi) y la otra tenía huecos en los que poder sentarte y disfrutar de unos chorros a presión en la espalda. Para finalizar había un ofuro rectangular (el más pequeño) de 37º que servía de aclimatador para piscinas más calientes y otro de 20º también de pequeño tamaño, que suponía la única piscina fría del complejo. Esta última actuaba de “comodín” para aliviar el exceso de calor que uno pudiese haber cogido. Cabe mencionar que cada ofuro posee diferente cantidad y composición de sales y minerales, por tanto cada agua poseía propiedades diferentes para la salud y estética.
Para rematar contábamos también con dos saunas, una cercana a los 90º (bastante insoportable) y un baño turco de 45º con olores a hierbas aromáticas. Toda una experiencia

Tras disfrutar de esta maravilla, nos encontramos con Juan Carlos y su pareja, que ya nos estaban esperando en Kyushu y pusimos rumbo a la ciudad en busca de una buena cena. Tras un buen paseo, nos sentamos en uno de los múltiples puestos locales a orillas de un gran río que atravesaba la ciudad. Tras saborear unos cuantos platos de picar, rematados por un buen ramen, pusimos pronto rumbo al hotel ya que el día siguiente iba a estar entretenido.

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Día 4 (Fukuoka) – jueves 13
Nos levantamos pronto para poder coger a tiempo los tres buses distintos (con sus respectivos trasbordos) que nos llevarían hasta los pies del monte Homan. A primera hora no nos hizo mal tiempo, intercalaban momentos de sol con nubes. Teniendo en cuenta que en Kyushu los meses de más lluvias en el año son Junio y Julio tuvimos bastante suerte con que ninguna tormenta fuerte se quedase rezagada para el mes de agosto en que nos encontrábamos.

Al bajar del autobús nos encontramos con unas escaleras de piedra en las que se localizaba un gran torii de granito al final de estas, señal de que íbamos a entrar en un lugar sagrado. Nada mas entrar pudimos observar ya que el color verde estaba presente en todos lados, las plantas habían cubierto incluso gran parte de los peldaños y construcciones de sólida roca. Tras subir unos cuantos peldaños más pudimos ver por fin unos cuantos toriis rojos y más adelante el templo del cual nos había hablado Vicente. En esta ocasión no había ningún amable kannushi-san en el templo que pudiese guardarnos nuestros bártulos durante el ascenso al monte. Sin embargo si había dos monjes en una gran caseta de souvenirs que generosamente se quedaron con nuestras cosas.

Viaje Japón 2015

Antes de subir hicimos una pequeña oración ante el templo pidiéndoles a los kamis encontrar la cueva en una escalada segura y sin daños. Sin más preámbulos iniciamos la subida con los recuerdos de Vicente como guía en esta gran marcha. Solo que en esta ocasión no había hielo ni nieve y muchas plantas se veían a sus anchas lejos de las crudas temperaturas del frío invierno. Este hecho junto con la gran humedad daba sensación de estar caminando a través de la jungla.

A medida que avanzaba el día se hacía más caluroso y la gran cantidad de humedad tampoco ponía las cosas fáciles, así que, camiseta en mano, continuamos restando distancia a la cumbre subiendo unos escalones rocosos que cada vez se hacían más irregulares y difíciles de pisar.

Según subíamos vimos al sol ocultarse tras unas negras nubes, esto junto con la altitud que íbamos tomando nos quitó progresivamente la sensación de calor. Pero la humedad seguía presente e incluso empezó a chispear. Otra cosa que nos dimos cuenta es que según subíamos la niebla se hacía un poco más presente y las escandalosas cigarras tan típicas de este país cada vez se oían menos.

Tras unas tres horas de subida nos habíamos encontrado a unos cuantos caminantes y excursionistas, que como nosotros, habían venido a pasar el día. Sin embargo me hizo especial gracia una entrañable anciana que ya descendía de la cumbre, pero que daba la sensación por su vestimenta, su paraguas y su aire despreocupado de dar un paseo por el parque de al lado de casa. Y mientras muchos de los miembros de la compañía ibérica medio muertos. La dulce anciana nos miró y nos animó, diciéndonos que ya quedaba poco.

Y efectivamente quedaba poco, a sólo unos pocos metros ya estaba la cima. Hicimos una parada junto a un pequeño templete para retomar fuerzas y picar un poco. Las vistas debían se increíbles, sin embargo en la cima la niebla era muy densa y no permitía ver a distancia.

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Pasados unos minutos proseguimos con la marcha, la primera meta ya estaba lograda, alcanzar la cima. Ahora sólo había que bajar por la otra cara y encontrar la cueva, con los recuerdos de Vicente de hace 8 años. Pero había un problema con el que no contamos. En 8 años habían caído muchos árboles debido a las fuertes lluvias y el suelo fangoso, obligando a cambiar rutas de senderismo y obviamente el mapa mental de Vicente.

Pasaban las horas, tanteábamos caminos, volvíamos sobre nuestros pasos, enviábamos avanzadillas pero no conseguíamos encontrarla. El camino parecía sonarle a Vicente, pero en seguida dábamos con algo que no le cuadraba. Pasaba el tiempo y desgraciadamente nuestro “samurai del amor” tenía que marcharse. A nosotros también se nos estaba acabando el tiempo, teníamos miedo que se nos hiciese de noche y muchos integrantes del grupo ya empezaban a notar el peso de todo el día.

A poco de abandonar, nos encontramos con senderista italiano que casualmente, ¡¡sabia de que cueva le estábamos hablando!! Sacó un mapa y nos indicó una ruta. Tuvimos que volver un poco más sobre nuestros pasos y volver a buscar, pero la historia parecía volver a repetirse. En un último intento Vicente y un servidor insistimos por un camino señalizado con cintas rojas, mientras el resto del grupo descansaba.
Yo pensaba que íbamos a volver con las manos vacías, cuando de repente Vicente a mi lado pegó un grito de alegría. ¡¡Y por fin, habemus cueva!! Gritamos para avisar a Feru Ni y yo volví corriendo para guiar al resto.

Llegamos y exploramos la cueva, de la que salía un pequeño riachuelo a través de una cascada interior de agua fresca que nos abasteció para la vuelta. En el interior seguían los iconos de carácter budista con sus respectivas ofrendas.

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Ya allí Vicente cayó en la cuenta de por qué no encajaban sus recuerdos. Habíamos dado un rodeo enorme para llegar a la cueva, Addo y él llegaron por otro camino más directo, pero el paisaje después de 8 años ya había cambiado. Volvimos por el camino que conservaba en sus recuerdos, y verdaderamente nos habíamos desviado un montón, estando prácticamente al lado del camino que cogimos para descender por la otra cara de la montaña.

Volvimos a subir lo poco descendido hasta la cumbre, y una vez allí bajamos por la cara original que subimos de la montaña, siempre escoltados por la gran cantidad de flora y fauna (que agradables los mosquitos) que habitaba en la montaña. He de decir que yo como biólogo me la pasé bastante bien en este aspecto, incluyendo cuando le indicaba a nuestro sempai de Valencia donde había shiso.

Cuando terminamos el descenso, algunos estaban lesionados y todos, no voy a decir agonizando, pero si muy cansados. Aun así ¡¡lo habíamos conseguido!! Destacando a Javi Ichi que se portó como un jabato, ¡bravo Javi, eso si que es un Shodan!

Todo el recorrido desde que empezamos la escalada duró 7 horas y media (cronometrado por nuestro Feru amante del sisho), por tanto, debido al tiempo empleado, no nos dio para hacer el embu que teníamos planeado si queríamos llegar a tiempo a coger el último autobús. Así que cogimos las mochilas que amablemente nos habían cuidado nos monjes, compramos unos pocos amuletos y volvimos deprisa a la parada de autobús.

Aquella noche disfrutamos más que nunca de la buena comida japonesa en un restaurante, en el que brindamos por nuestra proeza. Pero lo que disfrutamos de verdad fue el relajarnos en nuestro merecidísimo onsen. Eso si que fue una recompensa.

Día 5 (Kyoto) – viernes 14
Tras un reparador sueño que buena falta nos hacía, salimos echando chispas del hotel para poder coger el shinkansen con destino a Kioto. En el tren nos despedimos de Vicente, ya que él continuaba hasta Tokio.
Una vez llegamos, tomamos el metro hasta la estación de Tanbaguchi, desde ahí y con un poco de ayuda, llegamos a la casa que teníamos alquilada para nuestra estancia en Kioto.

Al llegar antes de los previsto, nos abrió la puerta un familiar del que alquilaba la casa y gracias al traductor de Google pudimos comunicarnos para sacar en claro que aun no podíamos instalarnos, pero sí dejar las maletas. Con los bultos descargados el siguiente paso era llenar el estómago, así que salimos en busca de sustento. Finalmente encontramos un pequeño restaurante de ramen en el que poder hincharnos.

Tras hacer tiempo y una buena digestión por fin nos instalamos en nuestro alojamiento. La casa era la típica casita japonesa tradicional a excepción del váter con los mandos y dos camas de dormitorio en el piso de arriba. Personalmente fue una bonita experiencia pasar noche en un refugio oriental tan distinto a lo que estamos acostumbrados a ver.

Feru-Ichi había quedado con la maestra de su profesora de Shodo, la cual nos guió y aconsejó para hacr turismo en Kyoto y qué cosas podíamos ir a ver, muchas gracias Soja Sensei por tu tiempo.

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Por la tarde-noche fuimos a visitar Kiyomizu-dera, en japonés “templo de agua pura”, nombre tomado por las cascadas que hay en el recinto, de las que los visitantes pueden coger agua. Se dice que beber de esta agua supone tener salud, longevidad y éxito en los estudios. Pero sin duda lo que más resalta del templo es la imponente estructura de madera compuesta por cientos de pilares sobre los que se levanta gran parte del santuario. De esta forma, sobresale de la colina y ofrece una espectacular vista de la ciudad.

Ya adentrada la noche, se nos hizo bastante tarde en el templo y ya pocos comercios daban de cenar, sin embargo caminando por una callejuela nos propusimos entrar en el primer sitio donde dieran de comer. Al no mucho caminar dimos con uno, pero cuando ya estábamos sentados y observando la carta, para nuestra sorpresa resultaba ser un restaurante de productos de casquería. Personalmente, no me desagrada la casquería pero no todos compartimos gustos.

Día 6 (Kyoto) – sábado 15
De buena mañana y temprano recibimos una cariñosa visita en nuestro segundo día en Kioto, era nada menos que Tristán, alumno de jodo de Didac en Barcelona, que actualmente reside Kioto. Después de pasar un agradable rato con él, abrimos marcha hacia el kinkaku-ji o templo de oro.

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Los jardines del templo, como casi todo espacio ajardinado de Japón, parecían estar cuidados con suma delicadeza y precisión, ofreciendo un entorno muy bonito y agradable. Pero evidentemente la joya de la corona se situaba en el lago, donde en una de sus orillas se erigía un espectacular templo de tres pisos recubierto de pan de oro y rematado por una preciosa figura de fénix en el vértice del tejado.

Cuando salimos de tan espectacular recinto, el “gusanillo” empezó a atacarnos de nuevo. Afortunadamente dimos con un restaurante buffet a unos minutos de la salida del pabellón.

Por la tarde, cogimos el bus y fuimos a Ryōan-ji, en japonés “el templo del dragón tranquilo y pacífico” donde se encuentra uno de los más famosos karesansui (jardín seco). Se trata de un jardín formado por arena rastrillada, musgo y rocas que evoca la antigua tradición zen. En la parte trasera del templo encontramos una estructura menos famosa pero también de gran belleza. Se trata de una sukubai, una fuente de piedra a la que cae agua desde una caña de bambú. Esta, posee cuatro kanjis grabados que combinados con el cuadrado central donde cae el agua, forman un poema.

Para rematar el día turístico decidimos ir al Fushimi Inari-Taisha, un gran complejo de santuarios, con numerosos caminos que llevan a santuarios más pequeños. Es especialmente conocido por los miles y miles de toriis rojos que delimitan el camino. En muchos de los paseos había esculturas de kitsune (zorros propios del folclore japonés).

Tras atravesar los interminables caminos cubiertos por los innumerables toriis, nos dirigimos al centro de Kioto, donde subimos a la librería de un centro comercial, buscando libros de budo mientras esperábamos a un viejo amigo del grupo. ¡¡Se trataba nada menos que de Addo!! El cual supimos que se había mudado a Kioto en el Gashukku de Penang, al cual asistió.

Salimos a cenar con él a un restaurante que conocía, donde estaba todo riquísimo, y más tarde nos llevó un local, donde pudimos probar el sake servido a la manera tradicional (con cubilete de madera). Con agujetas ya de reírnos, aquella noche nos lo pasamos genial con nuestro querido Addo.

Día 7 (Kyoto) – domingo 16
En nuestro último día en Kioto decidimos emprender marcha, tras nuestro habitual desayuno del “combini”, hacia el bosque de bambú. Allí encontramos numerosos jinrikisha (tiradores de carro) que transportaban a muchas parejas por los caminos del bosque.

De vuelta a la estación de Kioto, decidimos subir al edificio principal de la estación para disfrutar de las imponentes vistas de la ciudad. Más tarde, mientras poníamos rumbo al museo de las maikos, nos íbamos deteniendo en los múltiples comercios del centro de la ciudad que merecían la pena al menos un vistazo.
No fueron muchas pero por el camino conseguimos cruzarnos con algunas maikos que apenas se dejaban ver.

Como broche final a nuestra estancia en Kioto tuvimos la inmensa oportunidad de poder ver Gozan no Okuribi, una festividad que sólo dura una noche al año. No olvidemos que este día es 16 de agosto, fecha en la que tiene lugar la culminación de la fiesta de Obon. Fuimos testigos de la quema de una de las 5 hogueras que encienden en las colinas que rodean la ciudad. Dichas hogueras están dispuestas de tal manera que en su conjunto forman caracteres kanjis. El kanji que nosotros vimos arder fue el de Daimonji (大), que significa “grande”, el cual es el primero en empezar a arder.

Sin embargo como cualquier foráneo en un país que visita por primera vez, llegamos con algo de retraso, ya que nos perdimos al entrar en un barrio y al estar prácticamente toda la gente concentrada en los lugares en los que se hacía visible el evento, no encontramos a nadie a quien preguntar. Al final nos cayó la noche encima y empezábamos a tener hambre. Al cabo de un tiempo conseguimos ver luz en un humilde establecimiento llamado Izakaya, equivalente a un pequeño bar español. No lo pensamos dos veces y nos metimos para comer cualquier cosa que tuviesen.
Al entrar nos encontramos una mesa de barra con planchas encima y espacio para comer para los 6 que éramos. Como personal encontramos sólo a un anciano cocinero viendo desde una pequeña tele la festividad. El hombre tenía un carácter y aspecto algo alocado, dudando ya si habíamos hecho bien en entrar, pero hay que decir que en todo momento fue muy cordial y amable.
El japonés básico de nuestro sempai Feru Ichi, fue vital para poder entendernos con el anciano hombre y poder pedirle unos okonomiyaki y unos yakisoba. En ese momento fue cuando nos dejó a todos con la boca abierta y no por el hambre. El hombre calentó las planchas, cogió ingredientes, instrumental, cambió el rostro de su cara y empezó a cocinar con una maestría como no habíamos visto nunca. Pero si aquello nos pareció un espectáculo, aun nos quedaba probar la comida. Posiblemente una de las cenas más ricas de nuestra estancia en Japón.
Al terminar le preguntamos como llegar a un buen lugar donde poder ver las hogueras y el amable hombre nos indicó que dirección debíamos tomar. Finalmente, gracias a su ayuda pudimos ver la gran hoguera desde una buena posición y con el estomago bien lleno.

Una vez finalizado el periodo de vacaciones de Obon, el Hombu Dojo volvía a abrir y la gente volvía de estar con sus familiares, por lo que en esta segunda semana aprovechamos para extraer todo lo que se podía de los entrenamientos con los grandes maestros de Japón. Claro está sin descuidar la parte turística en los momentos libres

Día 8 – lunes 17
Dejando atrás la semana de Obon, también llegó el momento de despedirnos de Kioto. En el shinkansen de vuelta a Tokio intentamos ponernos al día con las horas de sueño atrasadas. Ya de nuevo en Tokio volvimos al hotel de inicio del viaje.
Por la tarde, había programado un Keiko de Yasuno Sensei en Oizumi al que asistió un servidor. El resto de la comitiva ibérica reservó la tarde para ir al barrio de Shibuya a ejercer de turistas.
Desconocía el lugar al que iba a entrenar así como la forma de ir y Vicente llegaba directamente desde la casa de sus familiares, por tanto lo tenía complicado ya que en país extranjero el móvil sin wi-fi no tenía Internet. No obstante la suerte estaba de mi lado y en estas fechas coincidió que un grupo valenciano practicante de aikido también estaba de visita en Japón. Así que pude unirme a ellos y llegar con gran margen de tiempo al Keiko.
Era mi primera práctica de aikido en el viaje y me sorprendió que en el Keiko fuésemos tan pocos entrenando, algo más de 10 personas. Al poco tiempo, después de tres días, me volví a encontrar con Vicente.
Yasuno Sensei programó un Keiko muy tranquilo, centrándose en la forma de moverse, con unos ejercicios muy interesantes y aportando gran cantidad de agradecidas explicaciones. Para el primer día me quedé con buen sabor de boca.
Al terminar el Keiko, Vicente tuvo que marchar con mucha prisa, mientras yo me quedé con el grupo valenciano lavando el keikogi en una lavandería que había enfrente del lugar de entrenamiento. Al tiempo que cenábamos de “combini”. Para mi sorpresa volví al hotel antes que la comitiva, por lo que aproveché para empaquetarme con las sábanas prontito. El siguiente día había que madrugar.

Día 9 – martes 18
Saliendo de la cama a las claritas del alba nos dispusimos los aikidokas del viaje (Feru Ni, Isabel y yo) a desayunar en nuestro inseparable “combini” y emprender marcha nada menos que al Hombu Dojo, sede general del Aikikai, fundado por O-sensei.
El edificio estaba formado por tres plantas, la primera daba a la entrada, administración y otras salas; la segunda estaba destinada a una sala con un gran tatami en el que se veía a un maestro enseñar a un grupo de principiantes; y finalmente el tercer piso lo ocupaba la sala en la que tenía lugar los entrenamientos regulares.
Allí, volvimos a ver a nuestro querido Juan Carlos. El Keiko empezaba a las 8 y duraba una hora, sin embargo la clase fue muy distinta a la del día anterior. En esta ocasión vimos un nutrido número de técnicas en katate-dori que iban cambiando con gran dinamismo. En el Hombu Dojo por lo general no se suele cambiar de compañero con cada técnica, por lo que había que ser espabilado y buscar a la primera a alguien bueno. Sin embargo eso no era difícil de encontrar, pues había un dilatado número de aikidokas muy experimentados, muchos de ellos maestros, con los que poder practicar.

Finalizada la práctica en el Hombu Dojo, nos duchamos y salimos corriendo al Keiko de jodo de Watabe sensei, Seiryukai sandaime (sucesor de Nishioka sensei en Japón), el cual había empezado a las 9. Una vez allí, volvimos a reunir con el resto del grupo, el cual estaba expectante a las explicaciones de Watabe Sensei. También estaban en el keiko Kitta sensei, Horikoshi sensei (7º Dan aikido Aikikai) y otros tres alumnos de Watabe sensei.

Viaje Japón 2015

En el Keiko Watabe sensei hizo un repaso de las katas de omote y chudan, enfatizando en muy concretos y aparentemente imperceptibles detalles que cambiaban todo un movimiento. Tras un descanso y comida (como no, de nuestro querido “combini”) volvimos de nuevo a la práctica, en esta ocasión se dividió en dos grupos: los que ya habían llegado a kage y los que no. Kitta sensei nos supervisaba en las katas de omote y chudan, mientras que el grupo de los “kageros” atendía a las explicaciones de Watabe sensei.

Al terminar el Keiko, nos dirigimos a un restaurante en el que Watabe sensei había reservado mesa para cenar. Fue un auténtico placer que Horikoshi sensei se hubiese animado a la cena programada y personalmente he de decir que hacía tiempo que no me reía tanto como aquella noche.

Ya de camino al hotel, todavía nos quedaba juerga en el cuerpo para una última ronda. Así que algunos hicimos parada en un pequeño establecimiento en el que cayó algún que otro chupito, pero nada serio. Ah, y alguno se hizo amigo de unos coreanos muy majetes.

Día 10 – miércoles 19
En la mañana del miércoles, Javi Gil y los dos Ferus quedaron con Vicente y Megu para visitar a un sensei de shodo. Mientras, Isabel y yo fuimos a dar una vuelta por las calles de Tokio, conociendo más sobre la ciudad.

Tras la clase de shodo, quedamos para ir al barrio de Ebisu, al que nos guiaron Vicente y Megu. Allí, visitamos el museo de Yebisu y pudimos subir a un gran edificio con mirador del que se podía disfrutar de unas impresionantes vistas, que no suponían sino una parte de la enorme megalopolis que suponía Tokio.

Más tarde, fuimos a una tienda de budo que conocía Vicente para hacer unas compras marciales. Pero nos dimos de bruces cuando nos encontramos con que la tienda estaba cerrada por vacaciones. Afortunadamente, nuestra espera solo iba a ser de un día, pues en el cartel colgado en la puerta ponía que abriría al día siguiente. Sacando partido de la situación pusimos rumbo a una tienda especializada de shodo. Sin duda hay determinadas tiendas que aunque no vayas a comprar nada, el hecho de entrar a verlas ya supone un espectáculo.

Una vez hechas nuestras compras, debíamos movernos con suma premura, pues íbamos a cenar en un buffet y si queríamos coger una oferta debíamos llegar antes de una determinada hora. Llegamos a tiempo y… que puedo decir, es un buffet, quien no disfruta de algo así. Sobre todo cuando llevas un escaso desayuno y dos tristes barritas de cereales para todo el día. Nos habíamos estado reservando para la cena, ¡y vaya cena! Bolitas de pulpo, todo tipo de carnes (incluso de ciervo) y verduras que poder hacer a la parrilla, fideos y arroz en sus múltiples formas de cocinar, sopas, sushi y barra libre de bebidas (sake incluido). Los postres ya me niego a describirlos, con fin de evitar la autotortura que me supondría no tenerlos delante mientras los recuerdo.

Con las tripas llenas hasta más no poder, marchamos hacia un local que le gustaba mucho a Vicente, en el tiempo que estuvo residiendo en Japón. De camino nos cruzamos con un Don Quijote (sí, curioso que hayan adoptado un nombre tan castizo) una gama de tiendas en las que prácticamente puedes encontrar DE TODO, desde artículos de alimentación hasta orinales multiusos. Sigo pensando que las tablas de Moisés tienen que estar perdidas en alguna tienda de estas.

Una vez llegado al lugar donde estaba el local, los ánimos se vinieron abajo, pues en su lugar ya había otro. Hablando con Vicente, me comentó que en Japón es muy común el que los pequeños comercios se instalen en un emplazamiento y a los pocos meses ya no esté o haya otro que ha ocupado su lugar.

No obstante no hay mal que por bien no venga, y nos iba haciendo falta descansar alguna horita de más. Por lo que pusimos rumbo al hotel.

Día 11 – jueves 20
Nuevo día en Tokio. En esta mañana abrimos camino al recinto del palacio imperial, en el que vimos sus bonitos jardines (estuvo casi toda la mañana lloviendo). Dentro, vimos entre unos setos a un grupo de kendo entrenando fuertemente.

Después fijamos rumbo a un templo Yasukuni Jinja donde había una espectacular locomotora, aviones y armas de la II Guerra Mundial. A mitad de camino, en el famoso Nippon Budokan había una especie de concierto de música de series friáis que había atraído un gran número de jóvenes. Un vez ya en el templo, intentamos entrar en un museo de katanas, pero nos dimos cuenta que no merecía la pena.

Más tarde quedamos con Vicente para realizar las compras budokas que quedaron pendientes del día anterior. La tienda, abierta por fin, tenía una gran cantidad de armas para la práctica de diversas artes marciales y otras más espectaculares como decorativas. También tenía una gama de prendas propias de cada arte.

Mientras poníamos rumbo a una segunda tienda, estábamos ojo avizor buscando un kaiten sushi donde poder parar para comer. Fichamos un restaurante, el cual tenia la barra típica, sin embargo, no me acuerdo la razón pero no servían en la rueda de sushi, sino ofertas de bandejas. Igualmente había hambre y nos sentamos.
Pese a todo el local personalmente me gusto mucho y me atrevería a decir que el sushi que allí comí lo metería en la lista de los 3 mejores sushis que he probado.

Con la tripa de nuevo llena y ya en la segunda tienda budoka, esta me impacto mucho más que la primera. Era más grande y con una gama mucho más amplia de artículos. Miramos, compramos y marchamos, no nos podíamos dormir, ya que a las 7 de la tarde había entrenamiento.

El nuevo keiko programado con Yasuno sensei, tuvo lugar esta vez en el barrio de Shinjuku.
Había un gran número de gente y esta vez Yasuno sensei, dio un toque suyo más personal al entrenamiento con diferencia al del martes en el Hombu Dojo. La práctica fue mucho más “cañera”, pero al terminar mi sensación personal no fue la de estar cansado, al salir me encontraba más despejado que cuando entré. Nuevamente tuvimos el privilegio de entrenar con lo mejorcito que uno puede encontrar dentro del mundo del aikido y en esta ocasión cambiando de compañero cada vez que sensei mostraba una técnica.

Tras terminar el Keiko, Vicente, Feru Ni, Juan Carlos y yo, fuimos a algo parecido a un bar/restaurante, para reponer líquido y sales después de tan duro entrenamiento. Allí, nos encontramos con Watanabe sensei, acompañado de otro sensei, los cuales se nos habían adelantado a reponer el gasto calórico del Keiko. Tuvimos la gran oportunidad de compartir cena y la estimada compañía de estos dos grandes ejemplos a seguir. Me llamó la atención, que a pesar del gran estatus y posición que ocupan algunos maestros en Japón, luego son unas personas superhumildes de las que uno puede aprender mucho tanto dentro como fuera del tatami (cosa mucho más difícil de encontrar en occidente). También tuvimos la oportunidad de escuchar, de boca de Watanabe sensei, acerca de Yamaguchi sensei.
Aquella cena fue un auténtico regalo y verdaderamente disfruté muchísimo hablando y escuchando a tan grandes maestros.

Día 12 – viernes 21
¿Qué mejor que empezar el día con un nuevo Keiko de jodo con Watabe? Ya desayunados marchamos al mismo polideportivo en que tuvo lugar el entrenamiento del martes. Siguiendo la misma dinámica nos volvimos a dividir en dos grupos y cada uno volvía a practicar las katas que había aprendido.

Finalizada la práctica volvimos a disfrutar de otra excelente comida en compañía de Watabe sensei y Kitta sensei. Al terminar, ambos maestros amablemente nos llevaron a Feru-Ichi y al redactor de este artículo, a una tienda conocida por Watabe sensei en la que vendían muy buenos tabis de exterior.

Antes de llegar al metro nos despedimos de ellos y les agradecimos todo lo que habían hecho. Ya de nuevo reunidos en el hotel, volvimos a poner rumbo esta vez dirección a Asakusa, distrito famoso por el Senso-ji, un gran templo budista. Camino al templo nos encontramos con numerosos puestos, propios del matsuri.

Cuando llegamos a las puertas de tan afamado templo, ya era de noche y la iluminación artificial en puntos estratégicos de las construcciones, resaltaba mucho la belleza de aquellos monumentos.

Volviendo a la estación de Ueno, hicimos un alto en el camino para picar un poco a modo de cena, ya que aquella noche no andábamos sobrados de apetito.

Día 13 – sábado 22
Día nuevo, Keiko nuevo. En esta ocasión al grupo aikidoka nos acompañó nuestro Feru Ichi hasta la puerta del polideportivo. De nuevo Yasuno sensei nos volvió a dejar con la boca abierta en la demostración de cada técnica, parecía tan sencillo cuando lo hacía él.

Como habitualmente después de cada entrenamiento, nos despedimos de Vicente y nos disponiamos a buscar un lugar para comer. En esta ocasión andábamos buscando un sitio donde sirviesen carne de Wagyu. Pero las 15:30 es una hora muy tarde para dar de comer en Japón y pocos restaurantes tenían las cocinas abiertas.
Por tanto la carne de Kobe debía esperar a mañana. Fichamos un restaurante bien escondidito donde servían Kobe y nos lo anotamos. Fuimos probando suerte en otros lugares con la esperanza de que nos diesen algo de sustento. Finalmente encontramos un restaurante de ramen en el que puedo afirmar me tomé el mejor ramen que he probado nunca, acompañado de un cuenco de arroz con tortilla encima.

Repusimos fuerzas en el hotel para la noche, pues iba a estar movidita (y vaya si lo estuvo). Aquella tarde-noche tenía lugar en las calles japonesas el matsuri (festival tradicional), en el que algunas calles se abarrotaban de gente, muchos vestidos con sus yukatas y kimonos típicos.
En cierto modo me recordaban a las fiestas de los barrios de ciudad y los pueblos de aquí de España (sólo que con un fondo de rascacielos), ya que compartía ese aire de puestos de mercadillo, algún escenario desmontable, adornos callejeros, música…

Nos paramos brevemente en un escenario en el que actuaban, tocaban y bailaban múltiples artistas, algunos verdaderamente sorprendentes con sus actuaciones. Más tarde nos dividimos y un servidor, el mismo autor de estas líneas, volvió al hotel tras un rato de marcha por las calles japonesas. Una de las cosas que más me llamó la atención es la capacidad organizativa y de limpieza que tenía toda la gente. Cuando acabó casi toda la fiesta, en los suelos apenas había basura y apenas hacía falta la labor de los servicios de limpieza.
El resto del grupo continuó un poco más la noche, consiguiendo algún chollo que otro entre los puestos.

Día 14 – domingo 23
El último Keiko de jodo tuvo lugar por la mañana, esta vez en otro lugar ajeno al polideportivo. En esta sesión Watabe sensei nos recalcó muchos detalles acerca de los movimientos de kihon y más tarde continuó con las explicaciones de las katas de chudan que nos quedaron pendientes. Para finalizar, Watabe sensei nos hizo un regalo sorpresa. Nos mostró la primera kata de Gohon no Midare, la cual pudimos practicar en el tiempo restante del Keiko.

Nuevamente, y esta vez con tiempo, volvimos al restaurante que ofrecía carne de Wagyu. Aun teníamos la sospecha de que quizá no fuese Wagyu, ya que hay muchos restaurantes que lo ofertan y venden una imitación de obviamente peor calidad.
Sin embargo al final pedimos y sí que parecía Kobe, y bastante buena. Desde luego es un bocado caro pero que recomiendo a cualquier persona que visite el país nipón.

Nuestra última sesión de aikido con Yasuno sensei tuvo lugar en Ogikubo, en esta ocasión solamente fuimos Vicente y yo. Si había alucinado con los keikos anteriores, no sabía aun lo que tenía por delante. Creo que fue la clase más multitudinal de la semana y también la más potente. Eso y que tenía a mí alrededor a unos de los mejores practicantes de todo Japón hacía que la práctica estuviese cargada de emoción. Los momentos de jiyu waza fueron los más impresionantes, no tenía ni idea de por donde me iba a venir mi compañero a la hora de realizar la técnica. Fue una pasada. El peso del viaje ya se hacía notar y al finalizar el Keiko estaba derrotado.

La cena de aquella noche también fue de lo más interesante y emocionante, pues al finalizar el Keiko, Yasuno sensei nos llevo a nosotros y a sus uchi deshi a cenar a un restaurante, como motivo de la despedida del grupo español. Verdaderamente fue una cena increíble.

Día 15 – lunes 24
Y al fin, llego el último día. Tomando actitud madrugadora el grupo aikidoka emprendió marcha una vez más al Hombu Dojo, para asistir al Keiko, nada menos que del Doshu. Tras terminar de demostrar alguna vez el Doshu se animaba y se ponía a practicar también con los alumno, incluso haciendo de uke. El Keiko dejo un excelente sabor de boca final para rematar la práctica de aikido en Japón.

Atendiendo a no dejarnos nada y encajando como piezas de tetris todas las compras realizadas, comenzamos a hacer la maleta.
Ya hechas, amasamos todos los bultos en la sala principal del hotel e hicimos el check out.
Tras ello, los dos ferus y yo fuimos a la estación de higashi-shinjuku, en la que habíamos quedado con Vicente.

De camino al hotel paramos de nuevo por un Don Kijote, un poco más amplio que el del otro día y con muchas mas cosas raras y extravagantes (pero útiles, en algunos casos).

Más tarde Feru Ichi y yo, guiamos al resto del grupo a la tienda que días atrás nos habían guiado Watabe sensei y Kitta sensei. A parte de ser una tienda especializada en tabis también lo era de yukatas y kimonos, por lo que volvimos para llevarnos una de estas preciosas ropas orientales.

A pocos metros de la tienda, disfrutamos de la que sería nuestra última comida en Japón y de postre fuimos a una heladería para probar el helado típico del país. Como dijo nuestro sempai de Valencia: “fue una explosión de sabor”.

Llegó el momento de poner fin a tan largo viaje, por una parte estábamos lógicamente reventados de tanta tralla durante tantos días, pero por otra he de decir que no queríamos marcharnos. Dividiéndonos de nuevo, nos despedimos hasta unas cuantas horas más tarde, en España.

Los dos Javis pusimos rumbo al aeropuerto de Haneda (el resto salía desde Narita), donde habíamos quedado con Vicente. Teníamos todavía tiempo hasta que abriesen la puerta de embarque así que dimos un paseo por el aeropuerto. Fue uno de los aeropuertos que más me han gustado, en una determinada zona tenía un montón de construcciones, adornos y pinturas típicas que daban la sensación de estar en un museo oriental. En el duty free apuramos para hacer las últimas compras, llegando personalmente a tener ya serios problemas de espacio, con medio Japón de souvenirs en maleta y bolsas.

Y tras un mes danzando por el mundo, de nuevo a España, en un vuelo que turbulencias no faltaron. Sinceramente no se cuando volveré a Japón pero sí tengo clara una cosa. Que volveré.

Viaje Japón 2015

Javivi

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